martes, 18 de noviembre de 2014

USA 94: LA EPOPEYA DE LOS FORAJIDOS BÚLGAROS



USA 94: El mundial de los equipos emergentes.
La Copa del Mundo que se celebró en los Estados Unidos en 1994 fue para mi una especie de rito iniciático futbolístico. A mis casi trece primaveras, fue el primer mundial que vi con auténtico interés y plena consciencia. Proviniendo de una familia carente de apego por el balompédico arte, mi hermano – con el que tengo el placer de compartir la autoría de este blog- y yo desarrollamos una pasión exacerbada por el mismo como mecanismo de rebeldía y que fue una fuente inagotable de problemas para la convivencia familiar en los tiempos de una televisión por casa, con dos canales y sin mando. Con estas circunstancias, fue para nosotros una feliz coincidencia que la familia decidiera modernizarse y en la casa de mis abuelos (donde pasábamos las vacaciones de verano) cambiaran la televisión en blanco y negro ese año por una en flamante technicolor. Así pues la televisión en blanco y negro de seis pulgadas pasó a la habitación de los niños para que no les pusieran la cabeza como un bombo a sus padres, y ahí que nos vimos el mundial entero, despertándonos a las dos y a las cuatro de la mañana para ver un Rumania- Suiza o un Bélgica- Arabia Saudí.

De este magno evento, varias imágenes quedaron grabadas en mi retina y también en el imaginario colectivo: El fallo de Julio Salinas ante ante Italia en los cuartos de final del torneo y el posterior gol de Roberto Baggio, dejando en la foto para la eternidad al bueno de Abelardo corriendo para alcanzar un balón que nunca alcanzaría, la propia coleta del superclase Roberto Baggio, y el penalti que falló el mismo en la final, Roger Milla jugando al fútbol con sus 42 años, los estrambóticos atuendos de Jorge Campos, el portero de México, las volteretas de Henrik Larsson, por aquél entonces un joven rastas delantero, los seis goles de Salenko en un partido, el bigotón de Azkargorta, el triste suceso del asesinato de Escobar, el codazo de Tassotti, el positivo de Maradona en el teste anti-dopping... y como no, Bulgaria, Bulgaria entera, Bulgaria como equipo, Bulgaria como ente, Bulgaria como forma de entender la vida.


Para un ávido lector de Astérix- Ver Asterix y los Normandos- era difícil resistirte a la 
tentación de animar a un equipo en el que la norma onomástica marcaba que el apellido debía de terminar en -ov o como mucho en - ev.De los 22 miembros que formaban la selección búlgara, solo el aguafiestas de Petar Mitharski se salía de la norma. Estaba claro que con tal uniformidad y musicalidad en la alineación ese equipo estaba destinado a hacer algo grande. El equipo blanquiverde, jugaba con una alegría y desparpajo anárquico que dio una nota de color al mundial donde Brasil ganó la final por penaltis y cuyos mejores jugadores fueron Dunga y Jorginho... Quedaron para la eternidad las imágenes de los búlgaros, sentados en una mesa de camping en la terraza de su hotel de concentración, jugando timbas de póker a altas horas de la noche, fumando, riendo y voceando. Estaba claro que los balcánicos tenían talento; justamente comenzaban a salir jugadores a las ligas extranjeras desde la Bulgaria post soviética (Stoichkov, Balakov o Kostadinov), Europa comenzaba  a conocer estos jóvenes futbolistas de calidad,calidad gestionada y puesta en orden  por el seleccionador y ex-jugador del CSK Sofia,  Dimitar Penev, uno de los  más laureados de la historia del país. Con este cóctel de juventud, talento, libertad y acierto en la gestión, este equipo de fútbol del que nadie esperaba nada, hizo historia, una selección cuyo máximo logro en el fútbol internacional había sido la participación en la fase final de México 86 y que hasta la fecha no conocía ninguna victoria en su haber en la cita mundialista.

El equipo de ensueño gozaba de un estilismo muy personal.
Pero vayamos por partes. Si usted ha nacido de los años noventa para acá, es probable,  que solo haya conocido el fútbol de Nike y Adidas, de la Premier League de super contratos con televisiones, de gomina y duchas en los descansos, de Neymar y Ronaldo... Si esto es así, puede que cuando vea el póster de la selección nacional búlgara de U.S.A 94 confunda el mismo con un afiche de la Interpol de los terroristas más buscados. Y es que más que un equipo de fútbol Bulgaria parecía una  banda de forajidos, una pandilla de cuatreros, una troupe de gitanos ambulante o los contendientes de un partido de solteros contra casados (el equipo de los casados en concreto) que se habían venido arriba y habían llegado al mundial. Su actitud dentro y fuera del campo era la de no hacer prisioneros, guerrilla total, defensas que barrían la pelota, líberos que se tiraban al monte si guardaespaldas, carreras vertiginosas, pases medidos, cinco hombres llegando al remate en una contra de cinco segundos, una mezcla de libertad, clase, exposividad y talento, también de juergas nocturnas, timbas de póker, puros y cigarros fumados como si no hubiera un mañana y compañía de señoritas antes de los partidos... la indisciplina y el talento, marca registrada del pueblo búlgaro. 


Dicen que un gran equipo debe tener, por lo menos, un buen hombre por línea. El equipo búlgaro tenía un futbolista talentoso por línea, un buen portero y un delantero goleador, amén de actores secundarios que desarrollaban su papel a la perfección y que de vez en cuando se salían del guión para interpretar algún solo. Era inevitable, iba en su ser. Pero además, cada hombre de talento llevaba asociadas unas pintorescas características físicas o personales. Hagamos un rápido repaso por los más destacados:

Vaya pelazo Borislav, ¿Es natural?
En la meta estaba el portero Borislav Mihaylov, portero del que quedé prendado por sus paradas en momentos claves y su seguridad en los balones aéreos. Lo que yo no sabía y a lo que  no quería dar crédito es que ese héroe bajo los palos había recurrido a un implante de pelo para luchar contra su incipiente alopecia. Dulce inocencia, la verdad es que viendo las imágenes, se le nota el injerto más que un peluquín, pero he de decir en mi defensa que en esa época pre- Internet no podía constatar cómo el hombre, en una batalla contra natura había ganado pelo desde México 86 hasta USA 94. Cruel decepción la que sufrí al confirmar tal extremo,había convertido al bueno de Borsilvav en mi héroe y joder, los héroes no son calvos...

Ivanov, "El Lobo Indomable", no hacía
prisioneros ni dentro ni fuera dek campo.
En defensa podemos destacar al ínclito, el sello, la bandera, Trifon Ivanov. Todos nos acordamos de él. Feo como un demonio,basto como la lija del cuatro, conocido como "El Lobo Indomable“,con pinta de feriante, de cosaco, de ex- presidiario, de trilero, de lo que quieras, de todo menos futbolista. Si Pepe se lo encontrara en un callejón oscuro lloraría como un bebé, si el chico malo Balotelli rozara con su Porsche de camuflaje el carromato de Zíngaro de Ivanov huiría despavorido ante la perspectiva de enfrentarse a puño limpio o a navajazos con tan ilustre personaje... Poco aficionado a los entrenamientos, tenía la costumbre de fumarse un cigarro antes de los partidos, lo cual no bajaba su rendimiento, puesto que en el campo lo daba todo. Muy aficionado a los coches, llegó a comprarse hasta un tanque. También declaró  que durante el mundial de USA 94, los "chicos de oro", como fue conocida posteriormente esa generación victoriosa "éramos tan buenos bebiendo como jugando al fútbol“ Ahí queda eso. El caso es que en el campo transmitía seguridad atrás, era un defensa contundente, eficiente por arriba y expeditivo a ras de suelo donde arrebataba los balones con sus clásicos barridos. Además tenía un disparo excelente, recuerdo de su etapa de delantero. y subía al ataque con una alegría y desparpajo que no era del gusto de todos los entrenadores. En Bulgaria en cambio le dejaban hacer. Definitoria muestra de su carácter como futbolista y personaje, es el vídeo de su gol y posterior celebración contra Gales que inserto aquí abajo. Disfruten.






Iordan Letchkov, la pesadilla de" Giorgi "y otras marcas de
gomina.                                                                                   
En el centro del campo, en la sala de máquinas, donde se crea y se destruye la verdadera excelencia futbolística, el equipo del país del Mar Negro tenía varias estrellas capaces de dar pases medidos que deshacían una defensa, driblar y rematar llegando en segunda línea. Balakov era el superclase del equipo, tenía una extraordinaria visión de juego, conducía el balón como los ángeles y solía dar el último pase, el que dejaba solo a los delanteros ante el portero rival. Todo ello le valió entrar en el once ideal del mundial que se decidió al finalizar el torneo, junto a cracks como Romario, Hagi,o Roberto Baggio. Pero a pesar de todo esto, quien quedó grabado a fuego en las retinas de todos los espectadores no fue el jugador del Stuttgart, sino Iordan Letchkov. Y ¿Por qué? Miren la foto y vuelvan a hacerse la pregunta. Por su "estilismo" si se le puede llamar así. Está claro que en la selección búlgara se luchaba contra la alopecia de muchas maneras. La forma de Letchkov era no resignarse y dejarse brotar en ese desierto capilar, un coqueto mechón central aislado del resto de pelo que se batía ya en retirada. Con 27 años aparentaba tener cuarenta y cinco, y si Ivanov tenía cara de bandido zíngaro, el bueno de Iordan tenía cara de oficinista, de funcionario de Hacienda, de revisor de tren o  de electricista y esforzado padre de familia, es decir, como su amigo Trifon, de todo menos de futbolista. Pero no hay que ser injusto con él. Por muchos era conocido como "el Mago" tenía un regate excepcional y podía jugar en el centro del campo y volcado hacía la derecha, además poseía una gran capacidad para desarrollar trabajo defensivo y también  llegada en segunda línea, no en vano marcó un buen par de goles en la fase final de USA  94. Como se puede ver, un caramelito par cualquier entrenador actual. Como  curiosidad podemos comentar que vez terminado su periplo como futbolista se convirtió en un exitoso hombre de negocios y fue elegido alcalde en su ciudad natal, Silven que gobernó durante ocho años hasta que fue retirado de la alcaldía por acusaciones de corrupción.

Stoichkov, Bota de Oro con el
CSK Sofia y  Balón de Oro con el
Fútbol Club Barcelona
La última línea que nos queda repasar es la delantera, cuyo puntal era el killer Emil Kostadinov, ll que sería delantero del Deportivo de la Coruña (entonces militaba en el Oporto) tenía un amplio repertorio de remates y culminaba las jugadas colectivas del equipo. Buena muestra de ello es el gol que mete a Francia en las clasificatorias. Pero la verdadera figura de la delantera blanquiverde el que más tarde sería un viejo conocido por la afición española: Hristo Stoichkov. Comparado con sus compañeros podía pasar casi por modelo, pero él ya se encargaba de ponerse a la altura de garrulez de sus compañeros posando en las imágenes de relax al lado de la piscina con un ajustado bañador y el pecho lleno de cadenas de oro ¡Válgame! De Hristo poco podemos decir que no se sepa aquí, era un hooligan que en lugar de estar en la grada estaba en el campo, insultaba, pisaba, se metía con los árbitros y con los rivales, corría la banda como un gamo y tenía una zurda de oro. Héroe en el Barcelona del Dream Team, en el 94 terminó como máximo goleador del mundial empatado con el abusón de Salenko  y su actuación en el torneo le hizo merecedor del Balón de Oro.

Para que no quede nada en el tintero, podemos mencionar  otro gran jugador, perteneciente a este glorioso equipo y también conocido de la afición española,(jugó en el Valencia, Atlético de Madrid, Celta y Compostela) Luboslav Penev, sobrino del seleccionador, fue el gran ausente de la cita puesto que estaba en proceso de recuperación tras una intervención  quirúrgica debida a un cáncer de testículo, aunque había sido fundamental en los partidos clasificatorios, no pudo participar en la parte final de la gesta búlgara.

No me extenderé mucho narrando el periplo de este avezado grupo de salvajes futbolistas durante la fase final del mundial, pero sí mencionaremos algunos partidos clave que forman parte de la leyenda inmortal, leyenda que se comenzó a gestar  en un partido de clasificación, en el impagable escenario del Parque de los Príncipes. La lluviosa tarde del domingo17 de noviembre de 1993, maldita para los franceses, gloriosa para los búlgaros, la escuadra de Dimitar Penev arrebató de la forma que más duele la plaza mundialista a la Francia de Cantoná, Ginola y Deschamps.  A falta de la última jornada, los bleus comandaban la clasificación con 13 puntos, les seguía Suecia con 12 y Bulgaria con diez. A los franceses les bastaba un punto para clasificarse, y lo tenían amarrado en el minuto noventa, el partido iba 1-1 con goles de Cantoná y Kostadinov, cuando David Ginola tras una falta a favor, en lugar de apurar los segundos lanza un centro a nadie, que es despejado por el lateral la defensa  búlgara. El balón llega a Lubo Penev en posición de centrocampista y lanza un extraordinario pase de cuarenta metros a la carrera del delantero búlgaro que fusila al portero. Doblete de Kostadinov, Bulgaria a Estados Unidos, Francia a casa. Por favor, no dejen de ver los movimientos sin balón. Qué obra de arte. (Análisis más extenso en la Post Data)



Ya en EEUU los búlgaros comenzaron con mal pie, perdiendo contra la exitosa selección de Nigeria por 3 goles a cero, con goles de Yekini, Amokachi y Amunike. Los búlgaros se desquitaron con la cenicienta del grupo D, Grecia a la que arrasaron por cuatro goles a cero y comenzaron a dar la sorpresa de verdad ganando a Argentina (ya sin Maradona, expulsado por el famoso positivo en el test anti-dopping contra Nigeria), con goles de Stoichkov rematando una bella jugada de pase interior a la carrera y también de Sirakov. Con triple empate a seis puntos, pasaron los tres primeros como dictaminaban las normas mundialistas de entonces. En el partido de octavos contra México se llegó al final del tiempo reglamentario con empate a uno, goles de García Aspe y Stoichkov. Ya en la ronda de penaltis Mihaylov, el portero del implante de pelo, se convirtió el héroe al atajar dos penaltis, que dicho sea de paso, estaban fatal lanzados. Desde mi punto de vista, la mejor parada en esa tanda, la hizo el portero rival, el "discreto" Jorge Campos. Por cierto, vaya nivelazo de porteros en ese tornero, quizá un día merezcan una entrada en CamaradaLobanovsky, pero esa es otra historia.
Pasados los octavos, comenzaba lo serio, cuartos de final contra Alemania, el equipo que siempre gana en los estándares de definición de Gary Lineker.  Partido a cara de perro. Mathaus se adelanta de penalti en el 44. En el minuto 75 Illgner sale del área y hace falta a Stoichkov, él mismo se encarga de lanzarla y la clava por la escuadra. Dos minutos después Letchkov realiza un plástico remate de cabeza en plancha a un centro que viene por banda derecha y logra dar la vuelta al marcador. El tiempo pasa y Bulgaria a semifinales. 






Ya todos los equipos se toman en serio a esta manada de lobos de las montañas búlgaras, y ya todos los aficionados tenemos en el corazón a Bulgaria y su despreocupado "way of life", cuando llega el partido de semifinales contra la Italia de los Baggio, Maldini y Baressi. Los Dandis guaperas contra los forajidos salvajes.
El partido fue dominado por los italianos durante la primera parte,que desarrollaron un extraordinario fútbol,acosando continuamente la portería búlgara, y exigiendo brillantes  intervenciones del meta  Mihaylov. Pero el acoso acabó en derribo y el arma más letal de los italianos,Roberto Baggio, se destapó:  primero con un golazo de jugada individual en el minuto 20( tiro al palo largo desde el exterior del área) y  después terminando una jugada colectiva en  el minuto 25 tras pase de Albertini.. A juzgar por la caraja de la que hicieron gala los búlgaros, es de sospechar que ese día la resaca consecuente a la noche de póker y whisky había sido más dura de lo habitual. En el 44 Stoichkov recorta distancias tras un clamoroso penalti del portero italiani Pagliuca a Sirakov. En la segunda parte Bulgaria lo intentó con más ahínco, pero las ideas no estaban muy claras, hasta que llegó la jugada de la polémica, cuando un disparo de Kostadinov impacta claramente en las dos manos de Costacurta dentro del área. El árbitro no pita nada. Stoichkov enloquece, pero de nada sirven las protestas. Las suspicacias afloran en la afición búlgara. El árbitro, Joël Quiniou es francés,  y justamente ellos habían dejado en la cuneta a Francia al clasificarse para el mundial. ¿Retorcida venganza? Con los franceses nunca se sabe. El caso es que este señor pasó a ser el enemigo público número uno en Bulgaria, y que el equipo nacional cayó en semifinales, no pudiendo alcanzar la gloria total, y jugando el tercer y cuarto puesto contra la Suecia de Larsson, Brolin y Kenneth Andersson. Pero los búlgaros decidieron que habían hecho todo lo que tenían que hacer, y que los días que les quedaban en EEUU serían de vino y rosas, así que pasaron de preparar el partido, salieron al campo con una resaca de tres pares de narices y Suecia les metió cuatro. Ese mundial lo ganó Brasil en los penaltis tras una soporífera final, pero los verdaderos ganadores fueron suecos y búlgaros que llevaron la sorpresa, la alegría y el buen fútbol a los ojos del mundo.




PD: DIMITAR PENEV:

Cualquier artículo que puedas leer por la red sobre su relevancia en el éxito del equipo nacional búlgaro coincide en la siguente aseveración: El seleccionador dejaba hacer ante el talento búlgaro sin intervenir demasiado en la preparación Parece que hay acuerdo, pero yo pongo en seria duda que el hombre se limitara a ser comparsa en la fiesta privada de Stoihckov y sus compañeros de farra. Una cosa es que conociendo el temperamento búlgaro el entrenador y ex defensa central dejara a los jugadores explayarse lejos del campo de entrenamiento y otra es que se limitara a "poner a los buenos" como repiten los ignorantes a voces en las diferentes tertulias telefónicas. Solo hay que ver los goles de Bulgaria que he se muestran en esta entrada para darse cuenta de que en ese equipo hay unos mecanismos aprendidos que se repiten de memoria. Quizá por eso Penev llevó a la selección varios jugadores que conocía bien puesto que los había tenido al mando en el CSK Sofia como Stoichkov y Kostadinov. Al ver el gol que da la clasificación ante Francia, es evidente para un ojo mínimamente entrenado, observa unos mecanismos de fútbol tota l( muy en boga entonces en los equipos de Europa del Este) imposibles de llevar a cabo sin una preparación seria y concienzuda. Repasemos la jugada: Ginola centra, y el balón perdido lo recoge el lateral derecho Hubtchev, al que como una flecha se le acerca Ivanov para darle la ayuda en la transición ataque- defensa. Una vez suelta la bola, el lateral corre la banda como si no hubiera un mañana aprovechando el espacio creado a la espalda por el movimiento de arrastre de los delanteros búlgaros. Uno de ellos es Penev, que abandona su posición de delantero centro para recibir el balón en la línea de medios. Ivanov le cede rápidamente el balón en un pase comprometido al centro del campo. Penev se da la vuelta y realiza un pase superclase de  treinta metros, a la carrera de Kostadinov que precisamente aprovecha el desajuste defensivo provocado por la subida del lateral. Kostadinov chuta y marca con la ayuda del defensa francés, pero al remate han llegado hasta tres hombres: lateral, extremo izquierdo y centrocampista. El 3-4-3 superofensivo que desarrollaba el bueno de Dimitarsolo era posible con este intercambio continuo de posiciones. La llegada en segunda línea de hombres como Lechkov y los ataques al espacio de Stoichkov sobre los pases de Balakov indican que en el entrenamiento quizá no corrían mucho, pero tampoco se dedicaban exclusivamente a estudiar la forma de desplumar a sus compañeros de de equipo en sus míticas timbas.



jueves, 17 de julio de 2014

Buckminsterfullereno

Biosfera de Montreal.
Llevaba tiempo dándole vueltas (nunca mejor dicho) a la cabeza intentando escribir unas líneas sobre el alfa y el omega de todo este monumental circo que hoy es el fútbol, a saber, el balón, pelota, cuero, bola, esférico y demás sinónimos, metáforas y asociaciones de ideas; todo ello sin éxito, un poco por mi culpa, porque no daba con nada que me llenara o, como diría Holden Caulfield, que me hiciera estar en vena, y un mucho porque del tema ya se ha escrito lo que no está en los escritos, valga la paradoja (origen, materiales, variantes, nombres y mil manidos tópicos más) y no encontraba nada decente y/o interesante que decir.

Pero una vez más el Cosmos, por su cuenta y riesgo, hace que todo encaje como un puzle sideral y en una sobremesa, antes de que los leones del Serengeti ineludiblemente se zamparan su gacela de la hora del café, me topé con una palabra que, no sólo me ha tenido obsesionado varios días, sino que me ha servido de clave en lo que andaba buscando: buckminsterfullereno.

Sentado lo anterior, vayamos por partes, a ver si soy capaz de hilar esta lobanovskyana digresión que intenta aunar fútbol, arquitectura y química : Richard Buckminster Fuller, caballero que da nombre a la palabra de mis obsesiones, nunca en su vida, que se sepa, le dio una patada a un baúl, así que aparentemente poco o nada tuvo que ver con el balompié; fue un arquitecto estadounidense, famoso por diseñar cúpulas geodésicas basadas en pentágonos y hexágonos, siendo su obra más famosa el pabellón norteamericano en la Exposición Universal de 1967 en Montreal, hoy conocido como Bioesfera, ejemplo de casi todas las cúpulas que podemos ver en los planetarios. Por otro lado, con el Mundial de México de 1970 se presentaba un nuevo tipo de balón que abandonaba el diseño de bandas alargadas al estilo pelota de voleibol que había acompañado al fútbol desde su nacimiento: un balón de fútbol de 20 hexágonos blancos y 12 pentágonos negros: el luego bautizado Adidas Telstar. Caminos paralelos hasta ahora, opciones en campos del saber basadas en una concreta y discutible idea de lo que es mejor.

Buckmisterfullereno o futboleno
 Pues bien, a todo ello ha de sumarse que en 1985 se descubrió una    molécula de Carbono en el espacio (en la atmósfera de las    estrellas gigantes roja, aunque luego resultó que es ciertamente  común en la Tierra), concretamente una molécula esférica compuesta  por 60 átomos de carbono con alternancia de anillos de 5 y 6 átomos,  esto es, estructurada en 32 pentágonos y hexágonos; al bautizar la  molécula, sus descubridores (premios Nobel, nada menos) se  acordaron no de algo tan mundano como un balón de fútbol,  sino de las cúpulas del Señor Fuller y la bautizaron con tan  retorcido y pintoresco nombre.

Lo llamaraon Telstar porque "Adidas Buckmisterfullereno
quedaba poco comercial"
El backminsterfullereno, muy popular entre los científicos por su belleza (y tanto) estructural y versatilidad, es un poliedro verdaderamente curioso: forman una esfera cuyo interior está hueco, siendo una estructura de elevada regularidad que presenta 32 caras, 20 de ellas con forma hexagonal y 12 con forma pentagonal, distribuidos de forma tal que ningún pentágono comparte un lado con otro pentágono (parece ser que eso desestabiliza la estructura). Que me aspen si eso no es un Tango, un Azteca o, el mejor balón que mis pies han hollado, un Etrusco Unico. Increíblemente, dos disciplinas, artes o como queramos llamarlas en las antípodas, fútbol y arquitectura, sin saberlo, convergían en su idea de la perfección, con la bendición del propio Universo. Y digo sin saberlo, porque la cronología de los hechos es harto curiosa: el diseño de balón de fútbol de 20 hexágonos blancos y 12 pentágonos nació con el mundial del 70; Richard Backminster Fuller murió en 1983, aunque comenzó a trastear con sus creaciones de cúpulas geodésicas en los años 40 del siglo pasado. Un nacimiento y una muerte años antes del descubrimiento de la molécula que le da sentido a todo.

No es mi intención echar leña al fuego del debate sobre la evolución de los balones con el paso del clásico de treinta y dos pentágonos y hexágonos a la saga de modernos balones iniciada en 2006 con el Adidas Teamgeist de catorce piezas, en primer lugar porque ya elige el Dios Mercadotecnia por nosotros y en segundo, porque cada uno tendrá sus gustos, pero ahí lo dejo: lo que el Cosmos ha unido, que no lo separe el Hombre.

jueves, 29 de mayo de 2014

BILLY McCRACKEN CONTRA LA NORMA NÚMERO ONCE





Este gesto te producirá furia o alivio, según el caso, lo
maldecirás cuando se equivoque, pero no le felicitarás
cuando acierte
¿Quién no se ha visto en la tesitura de tener que explicar la norma del fuera de juego con vasos, mecheros, servilletas arrugadas o cualquier elemento que se tenga a mano? ¿Quién no ha sentido una honda satisfacción cuando el atento discente –normalmente una aficionada estacional al balompié (mundiales y eurocopas) o algún joven diletante- entiende la norma? Moviendo los papelitos para arriba y para abajo se siente uno Rinnus Mitchels entrenando al Ajax, Napoléon disponiendo las líneas envolventes, Kasparov analizando un tablero... bueno, no nos pasemos.  Pero lo que sí es cierto, es que el fuera de juego, o ORSAI como dicen nuestros colegas del otro lado del atlántico, añade una salsa agridulce al fútbol que nos encanta, máxime si le sumamos el factor humano error- acierto, de los sufridos colegiados.



La norma del fuera de juego es una especie de distorsión en el mundo del fútbol, una disposición adicional algo enrevesado a  una serie de normas bastante sencillas. La historia nos muestra que el fuera de juego sirve para adquirir ventaja utilizando la inteligencia y no la condición física, lo cual refuerza la teoría, que dice, al contrario de la creencia popular, que los mejores futbolistas son los más inteligentes.
Inglaterra, mediados del XIX, cualquier universidad, llámalo fútbol, llámaloX
Si hablamos de historia del deporte rey, el fuera de juego ha existido desde los primeros estadios del mismo  De hecho, la Football Associacion, basándose en las Normas de Oxford, crea en 1863 el primer reglamente que diferencia definitivamente el modo de jugar al fútbol del rugby, pues hasta entonces eran la misma cosa: no se puede jugar el balón con las manos, no se puede dar una patada en la tibia para detener al rival (vaya por dios)y la famosa regla número once

"Cualquier jugador que se encontrase más adelantado que el balón jugado por un compañero suyo está automáticamente en fuera de juego y no puede ni intentar jugar el balón ni molestar a un contrario" 

 La idea, es que, como hoy en día no se quedará ningún delantero descolgado esperando recibir el balón, aunque bien es cierto, que esa norma estaba  muy influida por el rugby todavía
Esta norma duró hasta 1863, y su principal efecto en el juego era que no existía el juego de pase, si no que el que cogía la pelota tiraba millas hasta encarar al portero- dribling game-  acompañado por ocho o nueve compañeros en línea, un ataque muy parecido al de rugby, puesto que existía el pase adelantado. Obviamente la  distinción entre delanteros, centrocampistas o atacantes  no existía puesto que no tenía razón de ser.

 En 1866 se intenta perfeccionar la norma dejándola del siguiente modo: 


William Robert McCracken planeando como desquiciar
delanteros sin tener que correr mucho.                             
"Un jugador está en fuera de juego, si en el momento en el que recibe el balón o este llega a su altura, entre él y la portería contraria hay menos de tres jugadores de equipo“ Debido a este cambio. la colocación de los jugadores en el campo comenzó a evolucionar rudimentariamente, ahora ya se distinguían las tareas de atacante y defensor y de los encargados de llevarla a cabo por su distribución en el campo La táctica más utilizadas hasta momento eran las exuberantes 1-1-9 (portero, defensa, delanteros) o   1-1-1-8, lo que hoy en día se conoce como la pesadilla de  Roberto Mancini. A partir de 1966 con el cambio en el fuera de juegos e se puso de moda la disposición táctica llamada sistema piramidal, formado dos defensas, tres centrocampistas y dos delanteros. De este cambio, se aprovechó, y de qué manera, un avispado zaguero zurdo norirlandés  del Newcastle: Billy McCracken ha pasado a la historia del fútbol por utilizar una norma en su favor de forma tan flagrante que finalmente provocó el cambio de la norma. No es exagerado decir que se adelantó en noventa años al Milan de Sacchi en su concepto del achique de espacios. 

En 1904 sesenta años de fútbol contemplaban  los campeonatos ingleses, el sistema piramidal con dos defensas y cinco delanteros era utilizado por todos los equipos, y el Newcastle era un equipo que pasaba sin pena ni gloria año tras años por él. Entonces,s según cuentan, al bueno de Billy se le ocurrió una idea. La idea consistía en ponerse de acuerdo  con el otro zaguero, Frank Hudsperth para dar unos pasos hacia adelante antes de que el delantero del equipo contrario recibiera el balón para así dejarlo en fuera de juego. El bueno de Frank ni siquiera entendió la idea al principio, hasta que la vio dibujada en el suelo. Entonces debió pensar por qué una trampa tan fácil no había sido utilizada anteriormente. Además por aquel entonces "tirar el fuer de juego" no necesitaba tanta coordinación como ahora. Con un solo defensa que se adelantara el delantero caía en posición adelantada. Mac Crakken solía avisar  a su compañero y   correr en diagonal delante de Frank, dejando a los delanteros que tenía el balón en fuera de juego, o en el peor de los casos enfrentado a un último  defensa.. Billy hizo uso y abuso de esta estrategia. Los testigos le recordaban dando un paso hacia adelante y levantando la mano (parece ser que es una tradición que viene de largo) para que el árbitro se percatase del movimiento. Como resultado del invento, el Newcastle ganó el Football League Championshiop en en 1904, 1906, y 1907, siendo en 1904 el campeón con menor número de goles anotados. De hecho llegó a empatar seis partidos seguidos a cero en su segundo campeonato. Los delanteros se desesperaban cayendo una y otra vez en la trampa, los espectadores se cabreaban ante tanta interrupción en el juego y arrojaban al  defensa irlandés, fruta podrida y  alguna que otra tubería para descargar su frustración. Pero lo pero estaba por llegar... A partir de 1910 todos los equipos comenzaron  utilizar esta estrategia, los goles y emoción decayeron y los espectadores decidieron elegir otros deportes más emocionantes que seguir... La cosa seguía en decadencia, y el bueno de Mac Cracken se retiraba del fútbol en 1923 con 432 partidos jugados y ocho goles anotados... para ser entrenador  y seguir martirizando a la Football Association con su machacona técnica. En 1923 coge las riendas del Hull City como entrenador, pero ya entonces los directivos de la asociación de fútbol inglés prevén un cambio de leyes, que acabe con la estrategia del achique de espacios. En 1925, tras diversas  y estrambóticas pruebas en amistosos (como marcar un área de cuarenta yardas donde el fuera de juego no era válido, o jugar con reglas diferentes, una en cada tiempo), la Football Association cambió la norma a la que se parece más a la actual:

El sistema ideado por Chapman contra un clásico 2-3-5.
Las palizas con el nuevo sistema estaban a la orden del día.
"un jugador se halla en fuera de juego si se  encuentra más cerca de la línea opuestas que el balón y el penúltimo adversario“. Con este cambio, quedó obsoleta la táctica del vivo irlandés, y se recuperaron parte de los goles y del espectáculo. Como efecto colateral, cambió la disposición táctica de los jugadores en el campo, siendo la más exitosa la del entrenador del Arsenal, Herbert Chapman, que popularizó la famosa disposición táctica WM que se utilizaría prácticamente hasta la irrupción del fútbol total. En cuanto a la ley del fuera de juego, esta permanecería intacta hasta que  fue retocada en 1990 después del mundial, permitiendo al delantero partir de la misma línea que el último defensa- (antes tenía que partir por detrás).




jueves, 20 de marzo de 2014

FÚTBOL Y POESÍA: Extraños encuentros casuales.



¿Qué es poesía? Me dices  mientras con la vena del cuello hinchada y los ojos desorbitados cantas ¡ÁRBITRO CABRÓN HIJOPUTA MARICÓN! al ritmo que te marcan las delicadas notas de un bombo... ¿Hay algo más antitético que fútbol y poesía? Quizá los binomios Pérez- Reverte/ Calidad literaria o Legionario/ Buen gusto, estén casi al mismo nivel de incompatibilidad. Fútbol y poesía, conceptos difíciles de conjugar. Hemos visto que filósofos, escritores y ensayistas han escritp hermosas páginas sobre el deporte que nos ocupa. Galeano, Camus, Hornby, Montalbán han  dedicado su prosa a tardes de gloria, a momentos de infancia, a reflexiones metafísicas, políticas y hasta gastronómicas con el balón como protagonista. Más difícil es encontrar sin embargo, poemas; versos inspirados y de calidad con la misma temática de autores consagrados. Pudiera parecer que no hay vida poética en las gradas más allá de los pareados cantados por la afición para atormentar al rival o ensalzar a tu equipo. Pero si rascamos un poco la superficie, podemos encontrar algunos más que dignos ejemplos (nos ceñiremos a la literatura en castellano) de poetas de fama universal que dedicaron su tinta en alguna ocasión al balón y aledaños. Como en una tanda de penaltis, damos cinco muestras de poemas dedicados al fútbol con la pequeña historia que encierran detrás, cada poeta con su estilo, Benedetti lanza a lo Panenka y el poema entra suavemente en la red, mientras que Celaya suelta un trallazo arriba que dobla las manos al portero y acaba entrando....




Miguel Hernández (abajo segundo por
la derecha) y el resto de componentes
de "La Repartidora"
Uno de los casos más reseñables de poetas que dedicaron algunos de sus versos al noble arte de hacer el balón  rodar fue Miguel Hernández, el más grande poeta que jamás dio este país. Parece ser que el oriolano era gran aficionado al fútbol y militaba en el equipo de aficionados "La Repartidora". Dicen los testigos que no estaba especialmente dotado para los lances atléticos que exigía su posición como extremo derecho, algo que ya nos hace sospechar su apodo de guerra. "La barbacha" (Caracol). Afortunadamente el poeta supo suplir sus carencias con pasión como en otros lances de su vida y decidió ayudar a la repartidora desde otros flancos. Así, creo el himno del club, y otros cantos de ánimo a los jugadores de este equipo amateur, aunque su poema futbolístico reconocido como tal es la elegía que escribió a Lolo Sampedro, el portero del Orihuela después de su muerte, en "Elegía al Guardameta":

Tu grillo, por tus labios promotores,
Miguel Hernández declamando su elegía.
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?
En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.
Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.
Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.
Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.
Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.
Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.
Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.
Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.
Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.
Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.
Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.
¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.
Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.
Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.
A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.
El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.


También versaba sobre un portero el poema balompédico de uno de los autores más reconocidos de la literatura contemporánea española. Estoy hablando de  "Oda a Platko" de Rafael Alberti,  también conocido como "Al oso rubio de Hungría" El poema conmemora una anécdota que sucedió en la final de copa de 1928. Disputaban el tercer y definitivo partido de la fina en los Campos de Sport del Sardinero  Real Sociedad de San Sebastián y Fútbol Club Barcelona. El mismo Alberti asistió al evento. Según narró con sus propias palabras: “ Un partido brutal. [...] Se jugaba un partido de fútbol, pero también el nacionalismo. [...] Platko, un gigantesco guardameta húngaro, defendía como un toro el arco catalán. Hubo heridos, culatazos de la Guardia Civil y carreras del público. En un momento desesperado, Platko fue acometido tan furiosamente por los de la Real Sociedad que quedó ensangrentado, sin sentido, a pocos metros de su puesto, pero con el balón entre sus brazos [...] apareció de nuevo, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar"


Platko tras el choque con Cholin
Ferenç Platko era el portero húngaro del Barcelona en ese momento, un gigante rubio que se hizo aún más grande cuando los delanteros de la Real Sociedad atacaban con más furia el aro azulgrana. En uno de estos lances, el delantero centro de los donostirras, Cholin, dirigía el balón hacia la portería sin más obstáculo que el guardameta, el cual no vaciló en tirarse a los pies del atacante para blocar la pelota, y recibir el impacto de la bota del rival destinado al balón en su propia cabeza. Tras la conmoción y seis puntos de sutura, tal y como cuenta Alberti, Platko volvió al campo y siguió parando hasta conseguir la copa para el Barcelona. El poeta inmortalizó este momento con este poema/crónica/instantátea:






Oda a Platko

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
"El oso rubio de Hungría"
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Lo que es menos conocido es que el también poeta Gabriel Celaya, aficionado "txuriurdin" de pura cepa,divergía de todo punto con esta visión del partido, y en lugar de tener un enfrentamiento callejero con Alberti, escribió esta curiosa "Contra oda del poeta de la Real Sociedad" utilizando argumentos que un siglo después todavía no han caído en desuso:


Y recuedo también nuestra triple derrota
La Real Sociedad en 1928
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

Sin abandonar el solar ibérico, podemos citar otro poeta de la generación del 27 que dedicó algún verso al fútbol, esta vez como entretenimiento infantil y recuerdo nostálgico y feliz. Gerardo Diego escribió en 1961 "Balón de fútbol" dentro del poemario: "Mi Santander, mi cuna, mi palabra". Y a pesar de la distancia cronológica e ideológica que separa al autor de estos versos con el que suscribe, es imposible no identificarse con los partidos de fútbol de después de clase en la plazuela, libros y chaquetas haciendo de portería, mundialito o todos contra todos, hasta que anochece y hay que irse a casa...

Balón de fútbol

¿Tener un balón ? Dios mío.
Ilustración de Constantino Gacía Gómez sobre el texto de Gerardo Diego.
Qué planeta de fortuna.
Vamos a los Arenales :
cinco hectáreas de desierto,
cuadro y recuadro del puerto.

Qué olor la Tabacalera.
-Suelta ya el balón. Incera.
-No somos once. -No importa.
Si no hay eleven hay seven.
Qué elegante es el inglés :
decir sportman, team, back ;
gritar goal, córner, penalty.
(Aún no se ha abierto el Royalty.)

-Marca tú la portería :
textos y guardarropía.
-Somos siete contra siete.
Un portero y un defensa,
dos medios, tres delanteros ;
eso se llama la uve.
Y a jugar. Vale la carga.
pero no la zacandilla.
Yo miedo nunca lo tuve ;
(Una brecha en la espinilla.)

Ya se desinfla el balón.
Sopla tú fuerte la goma.
Ata ya el cuero marrón.
El de badana en colores
déjase a los menores
para botar con la mano.

 Mañana a la Magdalena
a jugar contra el « Piquío ».
Y al « Plazuela », desafío.

Tener un balón, Dios mío.

Para terminar saltamos el charco para dar una muestra de la lírica canchera que nos ofrece la literatura latinoamericana. Soy consciente de que en una entrada dedicada a fútbol, y poesía, solo aparezcan nombrados un par de poetas latinos  es tremendamente injusto, puesto que escritores e intelectuales latinoamericanos han escrito siempre sin el complejo de sus colegas ibéricos sobre el fútbol, quizá por haber estado siempre más cercanos al pueblo que sus colegas transatlántico. Autores como el chileno Nicanor Parra o Juan Gelmán han escrito sin rubor y con orgullo de su pasión por el deporte rey. Hasta existe en Perú, un equipo llamado como el poeta César Vallejo. Aunque el equipo tome el nombre de la Universidad cuyo epónimo homenajea al vate, no existe simbiosis más perfecta entre ambas disciplinas que el "Universidad César Vallejo Club de Fútbol", escuadra trujillense que milita en la primera división. Pero el poema que elegimos para cerrar esta tanda, no es de Vallejo, si no, y con el permiso de Galeano, del también escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, además de escribir el "Libro del fútbol" y cuentos como "Puntero izquierdo" escribió este poema/ homenaje a Maradona:

Hoy Tu Tiempo Es Real

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Mario Benedetti
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta

Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.

Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

"Un balón envenenado" un ¿breve?
affair entre poesía y fútbol.
Afortunadamente, y contradiciendo la tesis principal del artículo, parece ser que algo se está moviendo en el mundo literario y comienza a haber iniciativas que dan cabida a fútbol y poesía. Una de ellas es la selección "Un balón envenenado", un libro editado por la Editorial Visor de Poesía, con el poeta Luis García Montero como padrino del proyecto, en el que se recogen textos como los que se han mostrado en esta entrada y y algunos otros de poetas modernos. Una iniciativa similar es "El gol nuestro de cada día, poemas escogidos de fútbol", una antología de poemas e que aparecen autores como el mismo García Montero, Luis Alberto de Cuenca, Harold Pinter o Humberto Saba. Y es que por mucho que se nieguen los intelectuales rancios y probablemente tuercebotas tipo Sánchez Dragó;  Zidane  rematando un balón llovido, en un escorzo imposible que impulsa el esférico por  el aire en blandas líneas de fantasía hasta cruzar la escuadra del arco contrario, no deja de ser poesía.




Para más información sobre este tema:



http://davidbecerramayor.blogspot.com.es/2014/02/miguel-hernandez-pierna-cambiada.html

http://elasombrario.com/la-champions-y-los-versos-de-amor/

martes, 18 de febrero de 2014

TRIÁNGULOS

Los griegos, sobre todo los antiguos (los modernos bastante tienen con lo que tienen), que siempre han sido los mejores en eso de darle vueltas al tarro, filosofar y sacarle las entrañas a lo divino, lo humano y lo que queda entre medias, tenían claro que la figura geométrica perfecta era la esfera; con ello una cosa queda patente: de fútbol poco o nada sabían los griegos ya que en el fútbol la perfección, le pese a quien le pese, la engendra el triángulo.

Evidentemente, al fútbol se juega CON una esfera, más o menos perfecta aunque, eso sí, cada día más patentada, mercantilizada y venida a menos; pero se juega SOBRE una superficie plana y ahí el rey, el alfa y omega, es el triángulo. Dice mi amigo Alberto, que de esto entiende lo suyo, que cuando quieras abarcar la mayor superficie posible, descompón la misma en triángulos. Pues eso es el fútbol: triángulos.

Los infinitos triángulos del Barça de Guardiola
Si un equipo consigue descomponer el campo en triángulos y repartir oportunamente sus vértices entre sus 11 jugadores (sí, también el portero), tiene medio hecho el vencer y convencer, que diría Unamuno. Si a ello le añades movilidad, calidad individual y criterio con la pelota tienes esa perfección en el fútbol que los griegos buscaban en el Universo. No hablo de obtener la victoria (que también) a la cual hay muchas maneras de perseguir y alcanzar, sino la perfección. Por mi edad, que no es poca, con Guardiola y el Barça eterno, he visto la luz: aunque no se inventara el fútbol de triángulos (véase el entrada sobre Lobanovsky), lo llevó a la excelencia; desde el primer vértice, Víctor Valdés hasta el último, Leo Messi, de adelante atrás y de atrás adelante, cientos de triángulos atrapaban al rival privándole de la pelota, negándole el espacio y asfixiando su potencial.

El caso es que, en lo que se puede llamar fútbol moderno, parece que se está volviendo a pensar en triángulos. Bienvenido sea y gracias por ello a Paco Jémez, Txingurri Valverde, Luís Enrique o Marcelino. Y es que, bien pensado, el triángulo es la distancia más corta entre dos puntos.



Daniel Piñero

jueves, 9 de enero de 2014

ROMARIO-COLA DE VACA


Un jugador de dibujos animados", Valdano dixit
Desde que comenzó a andar Camarada Lobanovsky sucede, no que me canso de ser hombre, que diría Neruda (eso ya me ocurría antes) sino que se me llenan los pantalones, camisas y chaquetas de pequeños e irregulares trozos de papel con una, dos, no más de tres palabras escritas en lo que vendría ser el remedo físico de una idea. Una idea digna de Camarada, se entiende. Lo suyo sería llevar encima una libretita y anotar en ella esos retazos futbolísticos en un mar de rutina y día a día, pero la verdad es que el preocuparme de ella no sería sino añadir una marca más a la lista de olvidos diarios.

Hace un par de días encontré un triángulo de papel arrancado de la esquina de la factura de la revisión del coche (sic) en el que ponía tan solo “Romario-cola de vaca”; ayer, leyendo la sin duda detestable prensa deportiva, he visto que curiosamente se cumplen 20 años del memorable partido en el que el Barça se sacudió los complejos y la madriditis en cinco goles, encuentro que además enmarca la filigrana del maestro de dibujos animados Romario Da Souza Faria. La confabulación astral es más que evidente, no hay lugar a la casualidad.

Con la archiconocida cola de vaca de Romario me pasa como con el gol de Bergkamp (véase Camarada Lobanovsky, “El Gol, por Dennis Bergkamp”): podría pasarme la vida entera viéndolo, hipnotizado, una y otra vez, gozando de esas gotas de talento y genio como goza el artista mirando la Sixtina o como no menos goza el gorrino pachón en un charco de lodo fresco. Gloriosa, casi mística, secuencia de sólo tres toques de balón hilvanados por el suave deslizar de la pelota por el pasto. Control-regate-pase (que no tiro) al fondo de la portería convierten la nuca en rostro, la nada en todo, el agua en vino, en un abrir y cerrar de ojos…

El mito, como siempre, viene aderezado por detalles, pequeñas perlas que elevan, si cabe, lo divino a metafísico y que, por el contrario pasan desapercibidos para el ojo burdo o, como norma general, en este mundo de prisas y consumo rápido de información para la mayoría: el pasito al nordeste en el desmarque, el balón al pie de Pep Guardiola, el rabillo del ojo fijo en la marca y sobre todo, por encima de todas las cosas, el desistimiento, la derrota antes de que empiece la batalla, el golpe al aire, la no carrera, el veneno haciendo efecto de Rafael Alkorta… Romario da Souza era Muhammad Alí esquivando, brazos abajo, a golpe de cintura, los inocuos puñetazos de sus rivales. Era el vuelo de la mariposa y la picadura de la avispa… ese aguijonazo final, sutil, certero con el exterior del pie al palo largo lejos de los guantes del apagafuegos Paco Buyo. La esencia del fútbol fotograma a fotograma rubricada por un jugador de dibujos animados.


Por último, la banda sonora: en el minuto 24 de un 8 de enero veinte años ha, primero, el sempiterno silencio del Camp Nou… luego suspiro, casi susto, más que de admiración de incomprensión, de elipsis en las leyes de la termodinámica y al final, el trueno al batir el balón las redes. Por siempre, Romario cosido a su cola de vaca.