martes, 24 de mayo de 2016

Certificado de defunción del periodismo deportivo.


 Hurto furtivamente y a vuelapluma el título de la entrada anterior de este blog y del lema tatuado en la elástica palermitana para encabezar estas líneas dedicadas a dos personas que no son futbolistas pero que son fútbol. Y son deporte. Y honestidad. Y ética. Y, sobre todo, periodistas (gracias por serlo; y más gracias por serlo en los tiempos que corren, malos no ya para la lírica, sino también para la prosa). Son Santiago Segurola y Javier Ares.

Ánge, Segurola, Ares y redactor de Lobanovsky: Mucho fútbol.
Después de más de dos horas de mesa redonda con ellos ayer en Salamanca el irse a casa era un ejercicio de degustación de agridulces. Dulce por haber tenido la oportunidad de compartir conocimientos con dos infiltrados en los entresijos del decadente circo que hoy es lo que otrora fue deporte: el fútbol. Amargo o agrio porque la radiografía que Segurola y Ares presentaron no deja ningún resquicio a la redención ni del fútbol, ni del periodismo deportivo. Y no ya porque Segurola nos diera la exclusiva de que había sido despedido de Marca (ellos sabrán, aunque a nadie sorprenden ya estas purgas: si no llevas la camiseta, no trabajas) sino porque señaló al emperador en cueros confirmando verdades a voces: que el periodismo independiente es un enfermo herido de muerte y que las presiones que sufren los profesionales han asfixiado al rigor periodístico, a la información veraz y, por supuesto a esas ideas, hoy quijotescas, que se llaman ética y deontología profesionales. Primicia ninguna, cualquiera con dos dedos de frente sospecha cómo se cocinan las portadas y las tertulias de la alevosía y nocturnidad, pero escándalo el máximo cuando se dice alto y claro que, hoy por hoy, los poderosos, léase Don Dinero no permiten que se informe, que se ilustre, que se forme, que se cree opinión, sino que imponen el pensamiento único al grito de la gallina de los huevos de oro: el entretenimiento, que no es otra cosa que el aborregamiento.

Ahora, lo más amargo es certificar que dos colosos como Segurola y Ares tiran la toalla. Tienen claro que el periodismo honesto morirá con ellos y con un puñado más de cowboys de la pluma y el micrófono. Que la guerra contra el pensamiento único está perdida, que el futuro ya está aquí, que la distopía es pasado mañana.


Daniel Piñero