viernes, 21 de junio de 2013

Rondaldinho, una estrella del rock.

Es difícil encontrar una foto del Gáucho en la que
no sonría.
 A Ronaldo de Assis Moreira ( 1980) a.k.a Ronaldinho, a.k.a Ronaldinho Gaúcho todo el mundo lo conoce. Su coleta, una sonrisa eternamente dibujada en su cara y el gesto de surfista que adoptó como seña de identidad (¡¡Kowaeunga!!) forman parte de la imagineria asociada a su figura que permanecerá siempre en nuestras retinas. Eso y una inolvidable colección de jugadas de fantasía en la cancha, de la línea de tres cuartos para arriba. Regates que desafiaban a la física, pases apenas imaginados por la mayoría de los jugadores, remates anti-gravitatorios... Todo un repertorio de lo inimaginable. Parecía que la capacidad de asombro del brasileño no tenía fin.

No hay que olvidar, que aunque hoy en día el Gaúcho apura sus últimos días de fútbol en el Atlético Mineiro brasileño, escurriendo la magia que nunca le faltó, pero que tan mal supo administrar,durante un par de años Ronaldinho fue el rey del mundo del fútbol. Llegó a un Barcelona melancólico y a la deriva ante la capacidad triunfadora de su eterno rival. Encajó en el proyecto de Joan Laporta dirigido con acierto por Frank Rijkaard y se convirtió en el estandarte de ese Barça mágico, alegre, letal. Los aplausos del Santiago Bernabeu en la jugada del 3 a 0 contra el Real Madrid quizá son el hito que marca el punto culminante de su carrera.  

Pero Ronaldinho, como una estrella de rock, se dejo ir. Como una estrella de rock de las de antes vivió de prisa, murió joven y dejó un cadáver bonito. Estoy hablando metafólricamente claro, y siempre en términos futbolíticos. Vivió deprisa porque cuando fue el mejor, todo lo que hacía lo hacía a una velocidad endiablada, dentro y fuera del campo. Ahí está el Bernabéu para atestiguarlo. Un parpadeo y Ronaldinho coge la pelota, otro parpadeo , y  se ven  aplaudiendo a un jugador del eterno rival que en escasos segundos a retratado a un equipo entero. Murió joven porque él mismo se cavó su tumba deportiva. Un jugador que combinaba talento y velocidad, fue olvidándose de la última. Fue cambiando los entrenamientos por juergas, el rondo por el jacuzzi, y salvo por algún estertor, murió de éxito en el que había sido uno de los mejores Barcelonas de la historia. Y dejó un cadáver bonito. En Youtube se pueden ver sus actuaciones, sus recursos, sus cambios de ritmo, sus elásticas, su prestidigitación cercana a la auténtica magia. Ha dejado un cadáver exquisito de degustar de su participación en la alta competición.

Traspaso de poderes en "can Barça"
Ronaldinho era puro arte, pura magia (y en cierto modo sigue siéndolo) Me ha costado muchas discusiones de bar y tercio de cerveza, pero digo y mantengo que es el jugador más extraordinario que han visto mis ojos en un terreno de juego. La comparativa por la época con Zidane  ya en decadencia era inevitable. Zidane era pura cláse. Zidane podía hacer todo lo que hacía en smoking, inlcuso el gol de la novena, incluso el cabezado a Materazzi.  M percepción era que Ronaldinho podía hacer lo mismo, pero más rápido. Si Zidane era clase, el gaúcho era magia. Obviamente el francés gana en la comparativa porque supo mantenerse durante mucho tie mpo como un auténtico bailarín del balón. Pero desde mi siempre discutible punto de vista, en la capacidad de asombro, de recursos inesperados, de espectáculo puro y duro, hasta Messi pierde, que ha hecho de la excepción una norma y ha convertido el gol imposible en un acto casi funcionarial. Ronaldinho era pura dinamita. Desde que Rijkaard decidió darle la libertad necesaria para campar a sus anchas de tres cuartos para arriba,hasta que el brasileño perdió la alegría y decidió vagar por el campo, puesto que ya no valía la pena correr, nos regaló una sucesión de maravillas de coleccionista para videoteca.

Ronaldinho es el Jimi Hendrix del fútbol. Ambos salieron de la la nada, ambos son puro talento.  A uno le dieron un balón,al otro una guitarra y  así encontraron una forma de expresarse, un medio de desahogar su desbordante pulsión vital. Amantes de la noche ambos, amantes de las mujeres y mujeriegos , los dos se perdieron entre burdeles y cantinas. Incluso ambos “murieron” a los 27.(El gaucho para el deporte de élite) Ambos nos han regalado obras de arte inigualables utilizando los instrumentos más básicos. Un balón, una guitarra, un terreno de juego, una escecnario, una tátcica, una escala pentatónica y "fire" a disfrutar...

                                                                                                                                             José A. Piñero

miércoles, 19 de junio de 2013

SUEÑOS DE FÚTBOL



"Sueños de fútbol" de Jorge Valdano
A mi juicio, si hay una frase, un sentimiento hecho palabras que defina esta bendita enfermedad llamada fútbol (que reconozco padecer en grado agudo, crónico, irreversible y progresiv
o) es la de ese artista de la palabra y de la pelota, Jorge Valdano, recogida como alfa y omega de una de las delicias de la literatura de este deporte, “Sueños de fútbol” (Carmelo Martín. Editorial El País Aguilar): 

“Confieso que es muy rara la noche que no sueño con goles espectaculares, hermosos y míos”.

Y es que, en el fondo, todo se reduce a eso, a un sueño que concentra kilómetros interminables, toneladas de tiempo y de esfuerzo, dinero sustraído no ya a los lujos sino a las necesidades, heridas a tus seres queridos cuando se sienten subordinados a esa, para ellos, incomprensible, irracional, casi primitiva pasión.

Un sueño que admite multitud de condimentos inherentes a la condición humana: posibilidad de explorar la casi infinita la capacidad de superación unida a la posibilidad, casi contra natura, de mejora en el juego desobedeciendo a la decadencia del cuerpo; imposibilidad de rozar siquiera la perfección (así seas el mismo Maradona, El Flaco o Messi), desvelo que genera la obsesión por alcanzarla; capacidad para abstraerte del mundo y sus crímenes; exquisita proporción entre individuo y colectivo fruto de la alquímica contaminación del acierto y del error del que es tu compañero; omnipresencia del error, el componente que más humanos nos hace al generar la obsesión por destruirlo y alcanzar así la divinidad; y, sobre todo, el eterno y continuado retorno a la infancia con cada giro del balón, ya que esto del fútbol, aparte de un gran circo, no deja de ser un juego.
Es difícil enjaular esta pasión entre barrotes de palabras; entretanto, esta noche yo también volveré a soñar con esos goles espectaculares, hermosos y míos.                                                            

                                                                                                                                           Daniel Piñero