miércoles, 25 de diciembre de 2013

RAYO OLIVA: ESENCIA FUTBOLÍSTICA DE SALAMANCA

Los que sigan la revista “Panenka”, publicación cuya lectura desde aquí fervientemente recomendamos, conocerán una de sus secciones fijas, la casi minúscula “Clubes con encanto”, en la que se dan unas pinceladas sobre algún club de fútbol que, por el motivo que fuere, tienen ese “algo” que te hace imposible no quererlo; hoy, para Camarada Lobanovsky, hablaré de uno de los clubes más queridos de la ciudad de Salamanca, el Club Deportivo Rayo Oliva, equipo cuya camiseta esta temporada tengo el grandísimo honor, y lo digo muy en serio, de vestir con el 22 a la espalda (hoy no cambiaría esa remera por ninguna otra del mundo). He aquí mi homenaje a un club que en Salamanca es sinónimo de sentimiento.

Campo original del Rayo Oliva
El Rayito Oliva es, por antonomasia, por definición y por méritos propios, el club del Barrio Antiguo de la capital charra, vecindario de hondísima raigambre, levantado en el medievo sobre su predecesor romano, que a su vez se elevaba sobre el asentamiento que los vettones plantaron y defendieron con uñas y dientes (o al menos eso cuentan las leyendas) a orillas del Tormes. Todas las crónicas y libros de historia del barrio incluyen algún capítulo más o menos granado, sobre el Rayo, aunque sólo fuere porque su campo, su casa, su baluarte se ubicaba en pleno corazón del barrio, en los terrenos del Botánico, hoy campus de Ciencias de la también ínclita Universidad de Salamanca, los cuales domingo sí, domingo también, se convertían en el centro de atención de un vecindario entregado a una pasión que podría asociarse a la filosofía tan poco mesetaria del “viva el Betis manque pierda”.

El nacimiento C.D. Rayo Oliva se  ubica en los duros años de la posguerra, remontándose su original fundación al año 1949 (aunque algunos ya hablan de él en el año 47) y hallándose el origen de su nombre en la Calle Oliva; esta minúscula calle (hoy desaparecida del callejero salmantino, fagocitada por la actual Calle Balmes desde las operaciones de re-estructuración urbana de la zona antigua en los años 60) atesoraba siglos de Historia: irguiéndose sobre los ya citados antecedentes prehistóricos, romanos y medievales, antes de llamarse Oliva fue cuna del saber universitario y vivero de conventos. La historia de su bautizo, que es la del bautizo del Rayo, es todo un paradigma de las  famosas desamortizaciones: a mediados del XIX  se expropiacian los terrenos del convento de los frailes Agustinos, se venden en pública subasta y son adquiridos por el famoso editor-impresor D. Telesforo Oliva, al que le faltó tiempo para edificar dos hileras de casas de planta baja y de honrar el apellido familiar al meterlo en el callejero de Salamanca y, sin saberlo ni sospecharlo, en la historia de su fútbol.

En cuanto a sus fundadores, la historia, casi al alimón con la leyenda, cuenta que en la Calle Oliva y alrededores vivían eminentemente trabajadores, militares y civiles, de la Base Aérea de Matacán cuyo principal pasatiempo en ratos de permiso era el balompié; una cosa llevó a la otra y, papeles de por medio claro está, nació el Club Deportivo Rayo Oliva, cuyas primeras alineaciones se nutrían de los jóvenes talentos de la base aérea salmantina, vecinos del barrio… o al menos de los que allí quedaron, ya que la mayor parte de sus jugadores fueron trasladados por motivos de trabajo y re-estructuración militar a la Base Aérea de Cuatro Vientos, Madrid, pasando, dicen, muchos de ellos a engrosar las filas del también neófito Athletic Aviación.

Escudo del club
Y así, como club con vocación polideportiva echó a andar el Rayo Oliva como equipo de fútbol, haciendo lo que podía domingo a domingo en las Pistas del Botánico, propiedad de la Universidad de Salamanca, para goce del barrio, unas veces, si se ganaba, y disgusto del personal si se perdía, lo cual era bastante frecuente. Luego ya vino la desaparición de la Calle Oliva en los 60, la refundación del club en los 80 (que fijó el organigrama, estructura y características actuales) y el exilio del Botánico, corazón del Barrio Antiguo a Salas Bajas, a la orilla del Tormes, en los 90 al descubrirse que 50 años se llevaba jugando al fútbol encima de unos restos arqueológicos del siglo II antes de Cristo.

Por lo demás,  en Salamanca todo el mundo conoce al Rayo Oliva, y en mayor o menor medida, a casi todo el mundo le cae simpático, quizás por ese halo de equipo de andar por casa, de barrio, peleón, con su orgullo, su historia y su raza, aunque sus números digan que se pierde más que se gana y las tablas clasificatorias den ganas de leerlas del revés.

Además, desaparecida la Unión Deportiva Salamanca por la zafiedad de los que la tuvieron entre manos, se ha quedado junto con el Monterrey, ahora decano, con la responsabilidad de perpetuar la historia del fútbol charro, y ello desde su abnegada gestión mancomunada sacando tiempo de dios sabe dónde, de sus jugadores- entrenadores, de sus tácticas mutantes, de sus arcas con más agujeros que el acueducto de Segovia y, sobre todo, desde la entrega de los que todos los domingos del año nos dejamos todo dentro de su camiseta verde aceituna.

Aúpa Rayo, esencia del fútbol salmantino, por muchos años relampagueando de verde la tierra charra.


Daniel Piñero