Los que sigan la revista “Panenka”,
publicación cuya lectura desde aquí fervientemente recomendamos,
conocerán una de sus secciones fijas, la casi minúscula “Clubes
con encanto”, en la que se dan unas pinceladas sobre algún club de
fútbol que, por el motivo que fuere, tienen ese “algo” que te
hace imposible no quererlo; hoy, para Camarada Lobanovsky, hablaré
de uno de los clubes más queridos de la ciudad de Salamanca, el Club
Deportivo Rayo Oliva, equipo cuya camiseta esta temporada tengo el
grandísimo honor, y lo digo muy en serio, de vestir con el 22 a la
espalda (hoy no cambiaría esa remera por ninguna otra del mundo). He
aquí mi homenaje a un club que en Salamanca es sinónimo de
sentimiento.
Campo original del Rayo Oliva |
El Rayito Oliva es, por antonomasia,
por definición y por méritos propios, el club del Barrio Antiguo de
la capital charra, vecindario de hondísima raigambre, levantado en
el medievo sobre su predecesor romano, que a su vez se elevaba sobre
el asentamiento que los vettones plantaron y
defendieron con uñas y dientes (o al menos eso cuentan las
leyendas) a orillas del Tormes. Todas las crónicas y libros de
historia del barrio incluyen algún capítulo más o menos granado,
sobre el Rayo, aunque sólo fuere porque su campo, su casa, su
baluarte se ubicaba en pleno corazón del barrio, en los terrenos del
Botánico, hoy campus de Ciencias de la también ínclita Universidad
de Salamanca, los cuales domingo sí, domingo también, se convertían en el centro de atención de un vecindario entregado a una pasión
que podría asociarse a la filosofía tan poco mesetaria
del “viva el Betis manque pierda”.
El nacimiento C.D. Rayo Oliva se ubica en los duros años de la posguerra, remontándose su original
fundación al año 1949 (aunque algunos ya hablan de él en el año
47) y hallándose el origen de su nombre en la Calle Oliva; esta
minúscula calle (hoy desaparecida del callejero salmantino,
fagocitada por la actual Calle Balmes desde las operaciones de
re-estructuración urbana de la zona antigua en los años 60)
atesoraba siglos de Historia: irguiéndose sobre los ya citados
antecedentes prehistóricos, romanos y medievales, antes de llamarse
Oliva fue cuna del saber universitario y vivero de conventos. La
historia de su bautizo, que es la del bautizo del Rayo, es todo un
paradigma de las famosas desamortizaciones: a mediados del XIX se expropiacian los terrenos del convento de los frailes Agustinos, se venden en pública subasta y son adquiridos por el famoso
editor-impresor D. Telesforo Oliva, al que le faltó tiempo para
edificar dos hileras de casas de planta baja y de honrar el apellido
familiar al meterlo en el callejero de Salamanca y, sin saberlo ni
sospecharlo, en la historia de su fútbol.
En cuanto a sus fundadores, la
historia, casi al alimón con la leyenda, cuenta que en la Calle
Oliva y alrededores vivían eminentemente trabajadores, militares y
civiles, de la Base Aérea de Matacán cuyo principal pasatiempo en
ratos de permiso era el balompié; una cosa llevó a la otra y,
papeles de por medio claro está, nació el Club Deportivo Rayo
Oliva, cuyas primeras alineaciones se nutrían de los jóvenes
talentos de la base aérea salmantina, vecinos del barrio… o al
menos de los que allí quedaron, ya que la mayor parte de sus
jugadores fueron trasladados por motivos de trabajo y
re-estructuración militar a la Base Aérea de Cuatro Vientos, Madrid,
pasando, dicen, muchos de ellos a engrosar las filas del también
neófito Athletic Aviación.
Escudo del club |
Y así, como club con vocación
polideportiva echó a andar el Rayo Oliva como equipo de fútbol,
haciendo lo que podía domingo a domingo en las Pistas del Botánico,
propiedad de la Universidad de Salamanca, para goce del barrio, unas
veces, si se ganaba, y disgusto del personal si se perdía, lo cual
era bastante frecuente. Luego ya vino la desaparición de la Calle
Oliva en los 60, la refundación del club en los 80 (que fijó el
organigrama, estructura y características actuales) y el exilio del
Botánico, corazón del Barrio Antiguo a Salas Bajas, a la orilla del
Tormes, en los 90 al descubrirse que 50 años se llevaba jugando al
fútbol encima de unos restos arqueológicos del siglo II antes de
Cristo.
Por lo demás, en Salamanca todo el mundo conoce al Rayo Oliva, y en mayor o menor
medida, a casi todo el mundo le cae simpático, quizás por ese halo
de equipo de andar por casa, de barrio, peleón, con su orgullo, su
historia y su raza, aunque sus números digan que se pierde más que
se gana y las tablas clasificatorias den ganas de leerlas del revés.
Además,
desaparecida la Unión Deportiva Salamanca por la zafiedad de los que
la tuvieron entre manos, se ha quedado junto con el Monterrey, ahora
decano, con la responsabilidad de perpetuar la historia del fútbol
charro, y ello desde su abnegada gestión mancomunada sacando tiempo
de dios sabe dónde, de sus jugadores- entrenadores, de sus tácticas
mutantes, de sus arcas con más agujeros que el acueducto de Segovia
y, sobre todo, desde la entrega de los que todos los domingos del año
nos dejamos todo dentro de su camiseta verde aceituna.
Aúpa Rayo, esencia del fútbol
salmantino, por muchos años relampagueando de verde la tierra
charra.
Daniel Piñero
Aúpa el futbol del Barrio.
ResponderEliminarEnhorabuena por este artículo!!! Cudar ese equipo y seguid disfrutando del futbol!!! Enhorabuena!!
ResponderEliminarDesde aqui voy a hacer un pequeño acto honorifico a mi Padre que fue creo, central del Rayo Oliva alla por los años 50 y que tuvo la desgracia de que una bronquitis paralizara su vida deportiva en la UDS.
ResponderEliminarMe conto mi abuela cuando regentaba una fruteria en la calle Serranos que se acercaron a la vivienda sita en la calle traviesa hombres bien ataviados preguntando por mi padre, que eran directivos de la UDS..... la bronquitis fue la culpable.